Luego de una lectura atenta de la obra “Días Secretos” de Bladimiro Centeno Herrera, publicado por Ornitorrinco Editores de la ciudad de Lima, se debe remarcar un hecho que, quizá conozcan pocas personas y que puede convertirse en algo aleccionador para quienes vivimos en una región diglósica; vale decir, en un espacio donde funcionan más de tres lenguas (si consideramos nuestra zona de selva) con hegemonía de una sola: la española.
Bladimiro Centeno, según nos confiesa, es hablante del aymara. El español es para él, una segunda lengua que empezó a aprender cuando fue a la escuela. Su aprendizaje fue, como para todo niño aymara, difícil, prolongado y doloroso. En una sociedad que honra y celebra el buen uso del castellano, tanto a nivel de la escritura como de la oralidad, Bladimiro llevó sobre sus espaldas el estigma de sus interferencias lingüísticas durante todo el lapso de sus estudios en la escuela, el colegio y la universidad. Si aclaramos que estudió en la Universidad de San Agustín, se deducirá fácilmente los sufrimientos que padeció; pero, también, los enormes esfuerzos que debió realizar Bladimiro para resistir y superar sus falencias. Sin embargo, nunca se amilanó. Estudió y practicó el doble o el triple de lo que hacen las personas sin estos problemas. Cuando digo practicó, resalto el hecho de que nunca perdió la oportunidad de escribir y hablar, porque es hablando que se aprende a hablar de la misma manera que escribiendo se aprende a escribir.
Ahora, en este libro de cuentos, Bladimiro Centeno se nos presenta como una persona que domina la lengua española. Sus párrafos se acogen a las exigencias de la textualidad: coherencia y cohesión. Coherencia en la dimensión lógica de la concatenación de las ideas y la adecuada articulación de los conceptos. Un texto es coherente si en él encontramos un desarrollo proposicional lógico, es decir, si sus proposiciones mantienen una estrecha relación lógico-semántica. La cohesión, en cambio, se refiere a la estructuración de las frases con uso de todo tipo de medios cohesivos; tiene que ver con la manera como las palabras, las oraciones y sus partes se combinan para asegurar un desarrollo proposicional.
Con este preámbulo, escudriñemos el libro “Días Secretos”. Primero trataremos de demostrar la unidad temática de los textos, haciendo referencia a las historias que recrean los relatos. El libro contiene doce cuentos: El retorno, Zona secreta, Mundo de cristal, La fotografía, La broma, El viaje, Vanesa, La llamada, La corrida, Bajo la ventana, La promesa y El color de las piedras. Daremos cuenta de algunos de ellos.
“Zona secreta” es el segundo cuento del libro. Se trata de una historia de amor clandestino entre Celia y un personaje impersonal que es el propio narrador del relato. Él es casado y ella una estudiante universitaria que está por irse a la capital gracias a que ganó una beca anual. Luego de bailar en la discoteca ingresan al hotel Los Andes, que es una especie de nidito escondido o zona secreta de estos amantes. Hay una descripción más interior que exterior de la unión fogosa de los cuerpos, que se repite en la madrugada. En los momentos fatigados que vienen después de los orgasmos, cada uno hace un recorrido rápido sobre esta historia de amor. Él, naturalmente pensando en los días intensos que seguirán a esta noche y ella tomando una decisión sobre su exacta situación de mujer. De pronto, ella le dice que se irá ese mismo día para gozar de la beca que ganó. Él, no puede reprobar esta decisión y le propone visitarla frecuentemente. Celia le contesta que no, que todo terminó porque no cumplió su promesa de divorciarse. No puedo, mis hijos son todavía pequeños; cuando crezcan un poco, decidiré, le responde. Eran las nueve de la mañana cuando salieron del hotel Los Andes. Para un taxi. Celia coloca sus pertenencias en el carro. El narrador le dice que así no puede terminar una historia de amor tan hermosa. Ella, despidiéndose y mientras arrancaba el chofer, le responde: Así terminan los amores cobardes.
“Mundo de cristal” trata de los amores clandestinos de dos catedráticos: Ana y Carlos, quienes asistían con cierta frecuencia a congresos académicos realizados en la capital. Uno de estos eventos terminó en la cama de un hotel. A partir de esa noche se narra historias fantásticas debido a que la comprensión entre ambos era perfecta. Esta noticia corría el riesgo de convertirse en escándalo dentro de la universidad; pero, ellos no estaban dispuestos a malograr su prestigio. Por eso tomaron una determinación amigable y ahora se despedían uniéndose por última vez en un hotel. A la mañana siguiente, Carlos abandona el hotel triste, pero liberado de responsabilidades y del peso que significaba llevar en la conciencia esa conducta traidora con su esposa. Va directamente a casa donde cuenta la historia de un viaje ficticio y fatigoso. Encontró a su esposa ocupada en los quehaceres del hogar. Le dio pena su mujer y se acomidió para ayudarla a bañar a su hijita y, al momento de hacerlo le rozó las rodillas con las nalgas y ella respondió con coquetería. Entonces se apresuraron y terminaron de bañar a la nena y la enviaron al patio con pretextos. Luego, ingresaron raudamente al dormitorio; ella se montó sobre él sin ningún preámbulo y al poco rato estaban ella con el rostro enterrado en el cuello del marido y él abrazándola por la cintura. Terminaron y ella se fue a seguir trabajando las tareas domésticas. Carlos, en cambio fue a buscar calma en la azotea a donde llevó una silla y una novela cuya lectura había interrumpido el día anterior. Se dio cuenta que lo cotidiano violentaba tremendamente las emociones y los sentimientos; por eso, no tuvo más remedio que refugiarse en otro mundo de cristal, cuyos incidentes amorosos narraba la novela que leía.
“Vanesa” es el séptimo cuento del libro. Trata de la historia de una prostituta llamada Vanesa que, debido a que encontró un cliente enamorado hasta el tuétano, desea abandonar el vicio y aceptar la propuesta de Felipe: casarse con él y viajar lo más lejos de esta ciudad, donde no conozcan su historia y donde él pueda protegerla con su sueldo sin que ella tenga necesidad de vender su cuerpo. Mientras espera a Felipe se sienta en la banca de un parque donde se habían citado y recuerda las circunstancias que la llevaron a seguir esta vida de vergüenza y dolor. Vanesa era bellísima y joven. Había tomado la decisión de salir de este ambiente porque ya no soportaba cómo la miraban por las calles; cómo la olían, como si en lugar de llevar sobre su vestido el aroma de los perfumes que usaba, percibieran más bien el olor de los hombres con quienes dormía. Se encontraba destruida y su encuentro con Felipe fue su tabla de salvación. Por eso, a pesar de los consejos de sus compañeras del “Sirenitas” había tomado esta decisión. Esperaba ansiosa e insegura la llegada de Felipe. Finalmente vio que su hombre ya daba la vuelta para ingresar al parque. Cuando se miraron de lejos con los rostros exultantes de felicidad, Vanesa tuvo tiempo de expresar mentalmente: No soy una puta, ahora. Te ofrezco este corazón limpio, esta excitación sana de mi cuerpo y mi sexo purificado por tu cariño. Pero, las chicas tienen razón en algo: “El dolor más grande para una mujer es vivir al lado de un hombre amado con la marca de una puta en la frente”.
“La llamada” es el octavo cuento del libro que recrea la historia de Brenda, una universitaria arequipeña, muy citadina, guapa y discriminadora de lo andino. Y en la contraparte, la de Pedro, un estudiante puneño de rasgos andinos que, merced a su nivel académico, su compañerismo logra la amistad de Brenda. Una noche, luego de participar juntos, seguramente, en alguna actividad universitaria, se dan tiempo para ingresar a un bar. Brenda le dice: “Nunca me había imaginado tomando contigo”, al tiempo que miraba su rostro cetrino y sus pómulos prominentes. “En la universidad conocí algunos como tú, pero, me limité a saludarlos ocasionalmente”, prosiguió. Pedro respondió: No me extraña. No nos tenemos buen aprecio entre peruanos. Y fue el comienzo de una conversación amistosa y extensa, aunque no amorosa, porque Pedro sabía de antemano que perdería tiempo. Las cervezas iban y venían hasta tarde la noche. Entonces, Pedro le informó que eran las 11. Brenda consultó su reloj y confirmó la noticia y respondió: Si es así, nos vamos. Estaban relativamente ebrios y cuando Brenda subía al taxi en dirección de su casa, Pedro se animó a lanzarle una iniciativa, pensando en que quizá la muchacha estaría en sus cinco minutos de debilidad: ¿Te acompañó a tu cuarto? Como lo había pensado: se equivocó, porque Brenda le respondió: No te preocupes e hizo un adiós con la mano. El muchacho, también, se fue a su habitación y estaba sobre la cama pensando si alguna vez sería capaz de conquistar el amor de Brenda y cómo vencer esa brecha de discriminación y distanciamiento insulsos. Ya cuando estaba por coger el sueño lo despertó el timbre del celular. Respondió rápidamente. Era Brenda y se animó a preguntarle: ¿Qué pasó, llegaste bien, te ocurrió algo? Brenda le contestó. Llegué tranquila, te quería pedir disculpas por esta noche, creo que me porté como una estúpida ¿Me disculpas? Me peleé con mi novio y me puse muy sensible. Pedro le contesta: No te preocupes. Son cosas que pasan. Eran ya la una y cuarenta. Entonces, Brenda le propone: ¿Quieres venir a mi casa? Tengo unas botellas de vino y algo más para compartir contigo. ¿Quieres que vaya a tu habitación?, le responde Pedro, sorprendido. Brenda le contesta que sí, que lo espera. Entonces Pedro, confundido le propone: ¿Por qué no hablamos mañana? Y Brenda no tiene más remedio que exclamar: ¿Mañana? ¿Mañana? ¡Anda vete a la mierda tú y tu mañana! Y colgó el teléfono violentamente.
Los demás cuentos son también historias de amores encubiertos que convierten al libro en una obra orgánica. Ciertamente pertenecen a la ficción creadora de Bladimiro Centeno, pero que no están exentos de no ser parte de nuestra propia realidad. Al leer los cuentos, muchos de nosotros nos encontraremos con nuestra vida presente o pasada, porque no son historias que se viven en otro mundo, sino en este donde habitamos en medio de penurias y alegrías, construyendo historias conocidas o disimuladas, en tanto somos seres de carne y hueso y, de espíritu imperfecto.
Bladimiro es un buen narrador. Usa en los textos, la primera, segunda y tercera persona según los requerimientos de sus cuentos. Utiliza otras técnicas más como el flash back, el raconto, el comienzo a media res, con notable pericia. Apela al erotismo sin llegar a la pornografía y un humor muy medido sirve de atmósfera a los cuentos. El lenguaje es tierno, nostálgico, reflexivo en muchos pasajes, expresado por voces distintas que van combinando adecuadamente la descripción del espacio interior con la descripción física de los personajes y de los escenarios. Voces distintas que recorren, también, distintas historias de amores clandestinos, que hablan de remembranzas, llamadas telefónicas que desconectan la posibilidad de amar, reportes de suicidios, de conductas sexuales liberales en el caso de universitarias y catedráticas y, la construcción de mundos ficticios donde los personajes padecen procesos de enajenamiento e inseguridad como resultado de la modernidad (entiéndase como sinónimo de deshumanización) que impone el desarrollo de la globalización y la construcción de la “aldea global”. De esta manera, Bladimiro Centeno corre la cortina de un ecran imaginario y nos enfrenta con un mundo poético hecho de trampa y frustración, recurriendo mayormente a la descripción del paisaje interior. Creo que la temática que aborda y la descripción del paisaje interior son aportes suyos a la narrativa puneña. Es bueno aclarar que estos rasgos, aunque de modo disperso, ya se observaban en otros escritores.
Por lo demás, el libro es excelente, escrito por alguien que posee un aparato teórico aprendido, seguramente, durante su formación literaria a nivel de pre y post grado y, en los talleres de narrativa que solía organizar la Universidad de San Agustín.