Escribe: Feliciano Padilla
“Esa pollerita verde preciosa cantuta/ cuando tú bailas la marinera/ cautiva el corazón/ Chola pollerita verde cuando bailas así/ en cada paso tan cadencioso / bordan flores tus pies”. Así dicen los versos de una conocida marinera cuyas letras escribí en 1981 para una melodía de derechos reservados que fue grabada por la “Unión Puno” en un disco de larga duración, a principios de 1982. El ritmo y la cadencia de esta marinera, la suavidad de su música, la armonía de su composición, así como las letras que se dan a conocer, nos envuelven en un ambiente de fiesta, de coquetería y delicadeza. No nos remite a una explosión de movimientos rápidos o impetuosos; ni su música, a la estridencia de un jolgorio descontrolado. No. Sino, a una iniciación suave, dulce y sutil, que es como se debe empezar con una dama puneña que, al bailar en cualquier pandilla, espera galantería y gracia para aceptar una iniciativa de amor; naturalmente, sin perjuicio de que esta pueda terminar, más tarde, de modo apasionado. Las marineras y los wayños pandilleros esconden historias de amor, furtivos o estables, que animan el espíritu de los carnavales de la ciudad, sin distinción de clase o condición social.
Escribo esta nota a propósito de un artículo que leí en el diario Los Andes de Puno, en el que se desliza algunas afirmaciones acerca de su origen que no son exactas. Naturalmente, no es responsabilidad del diario, sino, de las personas que escriben. La historia de la pandilla puneña es harto conocida. Las primeras agrupaciones carnavalescas que se instituyeron en la bahía fueron fundadas por gente de ciudad: nuestros primeros abogados, médicos, músicos y profesores, todos mestizos, descendientes de los antiguos españoles o criollos asentados en la ciudad. Las fotografías de aquellos tiempos (primeros años del siglo XX) dan cuenta objetiva de este hecho. Además tenemos los estudios realizados por puneños de gran credibilidad como Emilio Vásquez, José Patrón, Enrique Cuentas Ormachea, Cuentas Zavala y Américo Valencia, entre otros. Américo Valencia reconocido folclorólogo y ganador del Premio Casa de las Américas en este tipo de investigaciones, llega a conclusiones que no da pie a dudas acerca de su origen y evolución.
Pues, se trata de una danza mestiza y podría tratarse de una adaptación de la cuadrilla española o de la mazurca. Es probable que en el decurso del tiempo haya sufrido algunas influencias de nuestras danzas originarias, por cuanto son expresiones culturales y, como tal, están sujetas a constante cambio, en tanto que interactúan o se interrelacionan con otras manifestaciones de su entorno. Pero, de ahí a sostener que la pandilla puneña tiene origen en las famosas Qaqchas (como he podido leer en un artículo de Jóspani atribuyéndole esta afirmación a René Calcín) es un despropósito.
Discusiones al margen, debemos celebrar el advenimiento de estos carnavales que llega a la ciudad cargado de lluvias promisoras, de jóvenes que se alistan para danzar en las diferentes pandillas puneñas, de alboroto a flor de piel, de un contacto directo con la madre Tierra, de muchachas bellísimas que se exhiben coquetas por las calles de nuestra ciudad; de música de acordeón, mandolinas y guitarras que empiezan a dominar el ambiente; en fin, de exquisita papa nueva, habas y queso; de choclo y sandía que se abarrotan en los mercados. Tiempo de vida y para la vida. Tiempo de fiesta y de amores furtivos, “porque los amores de un día son más dulces que la miel, palomita”.
El espíritu, generalmente, reflexivo y apacible de los puneños cambia en 180 grados. Salta la alegría del fondo del corazón a la retina, y la vida canta sus melodías más entrañables. Todo cambia. Hay un optimismo más definido, una disposición interior para gozar de los carnavales, bailando o mirando, jugando o bebiendo. Los caballeros y los señoritos desempolvan sus trajes y sombreros, las damas esperan ansiosas el día viernes para bailar y subir al cerrito de Waqsapa en medio de actitudes lascivas y de lisonjas que cogerán en el aire con el encanto de sus miradas. Y, el domingo, para bailar deslumbrantes con sus polleras de colores, sus mantones de manila y sus sombreritos hongos; finalmente, rematar en el Club Kúntur y despedirse hasta los próximos carnavales.
Por otra parte, los carnavales y la historia de la pandilla puneña, nos traen a la memoria un pasado inolvidable fuertemente enraizado en nuestro imaginario y, nos reconforta con un presente auspicioso constituido por una cantidad respetable de agrupaciones pandilleras que participan de la fiesta y que todavía no reciben el apoyo necesario del Municipio ni del Gobierno Regional y, menos de las entidades dedicadas al turismo. La organización, la participación musical, los presupuestos y cuanto se requiere para participar dignamente en las pandillas corren a cargo de los propios danzarines. Es tiempo de repensar estos aspectos; es decir, de involucrar a las entidades para estatales y a la empresa privada, a fin de hacer lo que se necesite para garantizar la sobrevivencia de estas hermosas manifestaciones culturales.
Entre tanto, deseamos mucha suerte a la Federación Departamental de Pandillas y a las principales agrupaciones como “La Unión Puno”, presidida por nuestro amigo Efraín Quispe Apaza; “La Lira Puno”, presidida por Félix Olaguivel; “La APAFIT” dirigida por José Enrique Pari; “La Theodoro”; “Los Ïntimos”, dirigidos por Yhony Zea, la pandilla “Kotamarka”, presidida por Carlos Alberto Padilla Cáceres; “María Auxiliadora”, por Doris Pilco, y tantos otros que no citamos por falta de espacio.
De la misma manera, no podemos dejar de mencionar los nombres de nuestros clásicos bastoneros, tales como el “Saya” José de la Riva Serruto, el “Chino” Carlos Cano Rojas o al “Tonino” Rubén Ponce Álvarez. En esta hora de alegría indecible merecen mención aparte algunos pandilleros que ya no están ahora físicamente con nosotros. Nos viene al recuerdo los nombres de “El Chalupas” Samuel Frisancho, viejo danzarín de la Unión Puno y a mi inolvidable amigo doctor David Frisancho Pineda que bailara tantos años en la “Lira Puno”.
Nuestro respeto y saludo reverente para la Unión Puno que hace algunos años festejó su primer centenario y para la LIRA que este 2011 celebra su LXXXV aniversario. Son dos de las institucionales tutelares de la cultura puneña que han hecho tanto por nuestro desarrollo espiritual y por la puneñidad.
La fiesta de los carnavales en el campo tiene otra connotación y responde a otras motivaciones. La música, los instrumentos; todo es distinto e, igualmente, hermoso. Conozco lo de Nuñoa y Ayaviri y quizá en algún momento pueda hacer algún trabajo sobre ese tema.
Al final de este suelto quiero rendir homenaje a la belleza de la mujer puneña con los versos de este huayño pandillero: “Cholita linda pandillera/ serpentinas y mixturas que vas derramando/ en noches de algarabía de los carnavales/ Con tus ojos hechiceros que embrujan el alma/ con tus trenzas de azabache y rojas mejillas/”.
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