La Habana parece una ciudad suspendida en el tiempo. No carga sobre sus espaldas las complicaciones de la modernidad, de la revolución post industrial que nosotros padecemos de manera cotidiana y sabemos que nos llevará a la muerte y a la extinción de la propia naturaleza. Es una ciudad limpia, amistosa y culta. El robo y otros delitos tienen pena perpetua, de modo que la seguridad es admirable. No digo que no haya cárceles; debe haber desquiciados que exhiben conductas no deseadas y van a poblar las prisiones. Otra cosa, allá no hay buses, combis o autos de empresas privadas para el servicio público. Utilizan unos megabuses del Estado llamados “wawas” que pasan a determinadas horas y lugares para transportar estudiantes, obreros, empleados, profesores, médicos, catedráticos, etcétera. Pocos carros circulan por sus calles y avenidas repletas de árboles y flores. Los taxis, que también son del Estado, los usan, por lo general, los turistas y se los puede encontrar a cualquier hora. Por eso, es reconfortante ver pasar a la gente manejando sus bicicletas. No hay el bullicio de las “ciudades modernas”, ni el hollín que negrea las paredes de Lima, ni la basura donde anidan trillones de moscas y cuyo hedor penetra hasta los huesos. La mar es limpia y cambia de colores según el tiempo. La vista de quien la mira salta del azul del mar al verdor del bosque, directamente. La gente es, realmente, culta. La moza que me servía la cena: filetes de cerdo y arroz congrí (arroz moteado de frijoles negros) con una ensalada de estación, estudiaba medicina y el empleado del bar donde bebía ron habana club 7 años, estudiaba ingeniería agroindustrial. Un chofer de taxi puede hablarle de cualquier tema del mundo con mucha solvencia y espíritu afectuoso. Todos son alegres y muy comunicativos.
Cuba es una isla encantadora. Estuve en sus provincias como, La Habana, Matanzas, Cienfuegos y Santa Clara (lugar donde descansan los restos del Che y de seis de sus compañeros asesinados en Bolivia, entre ellos, un peruano llamado Juan Pablo Chang Navarro). No me alcanzó tiempo para ir a Oriente, Camegüey y otras zonas. Ninguna ciudad es mejor ni peor, Todas tienen un nivel de desarrollo económico y cultural homogéneo, a no ser La Habana Vieja por sus antiguos edificios y monumentos. Es cierto que tienen carencias, sobre todo en lo que se refiere a electrodomésticos, carros, Internet y uso de celulares.
El uso de la Internet es restringido por causa del origen norteamericano de los softwares y de los servicios y, ¡qué maravilla!, casi nadie tiene celulares. Recuerde que Cuba viene sufriendo 45 años de bloqueo económico impuesto por los Estados Unidos desde 1962. Esa es la causa; sin embargo, el crecimiento económico de Cuba en el 2007 ha sido sorprendente: 7.5% reconocido por la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe). Las áreas de producción más rentables, al parecer, son la manufactura, el turismo, la agroindustria y el níquel. Los cubanos comparten felices sus logros y sus carencias. Y eso se observa en que todos tienen casa, agua, luz, alimentación, educación y salud de modo gratuito. No hay un solo niño cubano que vaya a la cama sin cenar; no he visto mendigos, ni locos, ni borrachos tirados por las calles. Deben tener otros problemas, pero, no los pude advertir.
Visité La Habana Vieja. Es un lugar maravilloso, muy parecido a “la Lima Cuadrada” (en el momento que escribo esta crónica), con edificios amplios y antiguos, cuya data se pierde en el boato hispano del siglo XVI. Proliferan las columnas, las rejas, los portalones y el frescor de sus plazas. En La Habana Vieja están todos los grandes monumentos antiguos, como la Basílica de San Francisco, muchos conventos, museos, palacios, plazas, plazoletas, callejuelas y las fortalezas construidas en el siglo XVII para defenderse de la incursión de los piratas y corsarios. La UNESCO la ha declarado patrimonio de la humanidad en 1981. Algunas tardes se nota en el atrio de algunas de sus bodegas la presencia de turistas bailando salsa y bebiéndose un vaso de cerveza bucanero. Las cubanas y cubanos que han cumplido su horario de trabajo, visitan esos lugares y bailan salsa, rap, guaracha, guaguancó, jazz latino, etcétera, sin recelo ni prejuicio; es más, sin necesidad de “estimulantes” o “energizantes”. Podrían beber licores y no estarían en falta, pero, en general, no los necesitan, salvo, dicen, en sus fiestas familiares o barriales.
La Plaza de la Revolución es un cuadrado enorme, lugar de visita obligatoria. El mirador ubicado en la cima de un gran obelisco que mide 109 metros, más los 30 metros que mide la colina donde está erigido ofrece una hermosa vista de la ciudad. Domina el área el monumento erigido a José Martí. A un lado, en el frontis de un edificio de unos diez pisos puede observarse el rostro gigantesco del Che Guevara y una inscripción que dice “Hasta la victoria, siempre”. Se dice que en esta plaza se reúnen hasta un millón de personas en las fiestas conmemorativas de la revolución cubana. El Che Guevara es el personaje más amado de Cuba y no tengo seguridad de que alguien pueda quitarle ese honor. Él sigue viviendo en el corazón de los cubanos: eternamente joven, valiente y leal consigo mismo, porque es el paradigma de los más nobles ideales de la humanidad; viaja como estandarte entre la multitud de jóvenes de todo el mundo que intentan ser como él: más solidarios, más humanos. Está en la memoria de los trabajadores con su uniforme de campaña agujereado, su emblemática boina, un habano palpitando en sus labios y con sus botas llenas del lodo de Camegüey.
La educación es gratuita en todos sus niveles, desde el inicial hasta el universitario y los estudios de Post Grado. El porcentaje de analfabetismo es cero. Todos tienen derecho a estudiar hasta donde quieran y puedan, según sus capacidades y destrezas. Su paradigma educativo es el de mayor credibilidad en América Latina por sus logros en expansión y profundidad del conocimiento. La investigación científica está orientada a resolver los problemas de salud y alimentación y, por tanto, mejorar las condiciones de vida y de trabajo de la población. No les quita el sueño que los países hegemónicos hagan lo contrario encauzando la investigación a la ciencia e industria bélicas. Cuenta con cerca de cuarenta universidades e institutos de ciencia y tecnología, siendo las principales las universidades de Cienfuegos, de Matanzas, de Pinar del Río, de la Habana, etc., y, las de mayor prestigio, la Universidad llamada Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana y la Escuela Latinoamericana de Medicina de La Habana.
Cuba es un país donde el porcentaje de desempleo es cero. Todos, mujeres y varones, tienen trabajo hasta la edad de sesenta y cinco años porque su economía está planificada en función de los requerimientos de su población. Su crecimiento del 7.5% en el 2007 no debe llevarnos a pensar que se trata de un país rico. No; el embargo económico les ha retrasado su desarrollo industrial. Tienen carencias, pero, viven de lo que producen porque su producción agropecuaria alcanza para los once millones de cubanos. Ahora ha empezado a vincularse con la economía china, española y canadiense y, quizá, otro sea el rostro de La Habana de acá a cinco años. Por ahora es una ciudad distinta a Lima, Río de Janeiro, Caracas, Moscú, París o New York. Eso sí, puedo afirmar, a nivel hipotético, que hay subempleo y esto se debe a que la mayoría de cubanos son profesionales y no todos están trabajando en las áreas para las cuales fueron formados debido, probablemente, al déficit del desarrollo industrial que no está asegurando la real ocupación del trabajador; pero, todos los cubanos mayores de 18 años tienen un puesto de trabajo y una remuneración de acuerdo al P.B.I. del país.
Otro aspecto que me impresionó fue que la UNEAC (Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba) es la institución más prestigiosa y de mayor respeto por parte de la ciudadanía. Tienen locales bien implementados en las catorce provincias de la isla. Como el “Encuentro Internacional” al cual asistí se descentralizó a las provincias, estuve en varias de ellas y pude recibir información de que no solo fomentan la danza, música, ballet, teatro, pintura; sino, que se encargan de publicar las obras de los poetas, escritores y ensayistas, en coordinación con los municipios locales o las oficinas del Ministerio de Cultura.
No me alcanzó tiempo para más. Mi participación como escritor en el XIII Festival Internacional de Poesía de La Habana que se inició el 26 de mayo y concluyó el 1 de junio conspiró contra mi deseo de conocer todo. Sin embargo, me di tiempo para saborear algunas noches, en la bodeguita del medio, el famoso mojito y el ron “habana club 7 años”, junto con Winston Orrillo, Cesar Toro, Vito Apüshana, José Luis Ayala, Ody González y; en el día, beber café negro cada vez que me ahogaba los 38 grados bajo sombra de La Habana. Quise visitar el hotel Ambos Mundos, cuya taberna era el hábitat natural de Ernest Hemingway, premio nóbel de literatura y residente de Cuba; pero, no pude y solo me conformé con visitar, como dije, la “Bodeguita del Medio”, donde, también, solía ir este escritor norteamericano a beberse mojitos y conversar.
Otro día tal vez escriba sobre aspectos políticos de Cuba; quizá también, acerca del XIII Festival Internacional de Poesía de La Habana. Por ahora, termino esta crónica con el recuerdo de mis amigos escritores cubanos y de Guisel la bella estudiante de medicina de ojos negros que nos atendía en el bar Mongseiñeur de la calle 21, y el color verde esmeralda del mar caribeño de La Habana.
Cuba es una isla encantadora. Estuve en sus provincias como, La Habana, Matanzas, Cienfuegos y Santa Clara (lugar donde descansan los restos del Che y de seis de sus compañeros asesinados en Bolivia, entre ellos, un peruano llamado Juan Pablo Chang Navarro). No me alcanzó tiempo para ir a Oriente, Camegüey y otras zonas. Ninguna ciudad es mejor ni peor, Todas tienen un nivel de desarrollo económico y cultural homogéneo, a no ser La Habana Vieja por sus antiguos edificios y monumentos. Es cierto que tienen carencias, sobre todo en lo que se refiere a electrodomésticos, carros, Internet y uso de celulares.
El uso de la Internet es restringido por causa del origen norteamericano de los softwares y de los servicios y, ¡qué maravilla!, casi nadie tiene celulares. Recuerde que Cuba viene sufriendo 45 años de bloqueo económico impuesto por los Estados Unidos desde 1962. Esa es la causa; sin embargo, el crecimiento económico de Cuba en el 2007 ha sido sorprendente: 7.5% reconocido por la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe). Las áreas de producción más rentables, al parecer, son la manufactura, el turismo, la agroindustria y el níquel. Los cubanos comparten felices sus logros y sus carencias. Y eso se observa en que todos tienen casa, agua, luz, alimentación, educación y salud de modo gratuito. No hay un solo niño cubano que vaya a la cama sin cenar; no he visto mendigos, ni locos, ni borrachos tirados por las calles. Deben tener otros problemas, pero, no los pude advertir.
Visité La Habana Vieja. Es un lugar maravilloso, muy parecido a “la Lima Cuadrada” (en el momento que escribo esta crónica), con edificios amplios y antiguos, cuya data se pierde en el boato hispano del siglo XVI. Proliferan las columnas, las rejas, los portalones y el frescor de sus plazas. En La Habana Vieja están todos los grandes monumentos antiguos, como la Basílica de San Francisco, muchos conventos, museos, palacios, plazas, plazoletas, callejuelas y las fortalezas construidas en el siglo XVII para defenderse de la incursión de los piratas y corsarios. La UNESCO la ha declarado patrimonio de la humanidad en 1981. Algunas tardes se nota en el atrio de algunas de sus bodegas la presencia de turistas bailando salsa y bebiéndose un vaso de cerveza bucanero. Las cubanas y cubanos que han cumplido su horario de trabajo, visitan esos lugares y bailan salsa, rap, guaracha, guaguancó, jazz latino, etcétera, sin recelo ni prejuicio; es más, sin necesidad de “estimulantes” o “energizantes”. Podrían beber licores y no estarían en falta, pero, en general, no los necesitan, salvo, dicen, en sus fiestas familiares o barriales.
La Plaza de la Revolución es un cuadrado enorme, lugar de visita obligatoria. El mirador ubicado en la cima de un gran obelisco que mide 109 metros, más los 30 metros que mide la colina donde está erigido ofrece una hermosa vista de la ciudad. Domina el área el monumento erigido a José Martí. A un lado, en el frontis de un edificio de unos diez pisos puede observarse el rostro gigantesco del Che Guevara y una inscripción que dice “Hasta la victoria, siempre”. Se dice que en esta plaza se reúnen hasta un millón de personas en las fiestas conmemorativas de la revolución cubana. El Che Guevara es el personaje más amado de Cuba y no tengo seguridad de que alguien pueda quitarle ese honor. Él sigue viviendo en el corazón de los cubanos: eternamente joven, valiente y leal consigo mismo, porque es el paradigma de los más nobles ideales de la humanidad; viaja como estandarte entre la multitud de jóvenes de todo el mundo que intentan ser como él: más solidarios, más humanos. Está en la memoria de los trabajadores con su uniforme de campaña agujereado, su emblemática boina, un habano palpitando en sus labios y con sus botas llenas del lodo de Camegüey.
La educación es gratuita en todos sus niveles, desde el inicial hasta el universitario y los estudios de Post Grado. El porcentaje de analfabetismo es cero. Todos tienen derecho a estudiar hasta donde quieran y puedan, según sus capacidades y destrezas. Su paradigma educativo es el de mayor credibilidad en América Latina por sus logros en expansión y profundidad del conocimiento. La investigación científica está orientada a resolver los problemas de salud y alimentación y, por tanto, mejorar las condiciones de vida y de trabajo de la población. No les quita el sueño que los países hegemónicos hagan lo contrario encauzando la investigación a la ciencia e industria bélicas. Cuenta con cerca de cuarenta universidades e institutos de ciencia y tecnología, siendo las principales las universidades de Cienfuegos, de Matanzas, de Pinar del Río, de la Habana, etc., y, las de mayor prestigio, la Universidad llamada Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana y la Escuela Latinoamericana de Medicina de La Habana.
Cuba es un país donde el porcentaje de desempleo es cero. Todos, mujeres y varones, tienen trabajo hasta la edad de sesenta y cinco años porque su economía está planificada en función de los requerimientos de su población. Su crecimiento del 7.5% en el 2007 no debe llevarnos a pensar que se trata de un país rico. No; el embargo económico les ha retrasado su desarrollo industrial. Tienen carencias, pero, viven de lo que producen porque su producción agropecuaria alcanza para los once millones de cubanos. Ahora ha empezado a vincularse con la economía china, española y canadiense y, quizá, otro sea el rostro de La Habana de acá a cinco años. Por ahora es una ciudad distinta a Lima, Río de Janeiro, Caracas, Moscú, París o New York. Eso sí, puedo afirmar, a nivel hipotético, que hay subempleo y esto se debe a que la mayoría de cubanos son profesionales y no todos están trabajando en las áreas para las cuales fueron formados debido, probablemente, al déficit del desarrollo industrial que no está asegurando la real ocupación del trabajador; pero, todos los cubanos mayores de 18 años tienen un puesto de trabajo y una remuneración de acuerdo al P.B.I. del país.
Otro aspecto que me impresionó fue que la UNEAC (Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba) es la institución más prestigiosa y de mayor respeto por parte de la ciudadanía. Tienen locales bien implementados en las catorce provincias de la isla. Como el “Encuentro Internacional” al cual asistí se descentralizó a las provincias, estuve en varias de ellas y pude recibir información de que no solo fomentan la danza, música, ballet, teatro, pintura; sino, que se encargan de publicar las obras de los poetas, escritores y ensayistas, en coordinación con los municipios locales o las oficinas del Ministerio de Cultura.
No me alcanzó tiempo para más. Mi participación como escritor en el XIII Festival Internacional de Poesía de La Habana que se inició el 26 de mayo y concluyó el 1 de junio conspiró contra mi deseo de conocer todo. Sin embargo, me di tiempo para saborear algunas noches, en la bodeguita del medio, el famoso mojito y el ron “habana club 7 años”, junto con Winston Orrillo, Cesar Toro, Vito Apüshana, José Luis Ayala, Ody González y; en el día, beber café negro cada vez que me ahogaba los 38 grados bajo sombra de La Habana. Quise visitar el hotel Ambos Mundos, cuya taberna era el hábitat natural de Ernest Hemingway, premio nóbel de literatura y residente de Cuba; pero, no pude y solo me conformé con visitar, como dije, la “Bodeguita del Medio”, donde, también, solía ir este escritor norteamericano a beberse mojitos y conversar.
Otro día tal vez escriba sobre aspectos políticos de Cuba; quizá también, acerca del XIII Festival Internacional de Poesía de La Habana. Por ahora, termino esta crónica con el recuerdo de mis amigos escritores cubanos y de Guisel la bella estudiante de medicina de ojos negros que nos atendía en el bar Mongseiñeur de la calle 21, y el color verde esmeralda del mar caribeño de La Habana.
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